La edición actual de los materiales del ALPI se ha concebido en un entorno informático, sin que esto suponga renunciar a ninguno de los apoyos de la metodología tradicional. Al plantear esta etapa en la elaboración, no se trataba simplemente de poner a disposición de la comunidad científica materiales en bruto a partir de las encuestas. Los cuestionarios se utilizan aquí como los utilizaron los investigadores del ALPI para elaborar el volumen de Fonética editado por el CSIC en 1962; lo que cambia es el soporte, que ya no es estático y de papel, sino dinámico -a través de la consulta de la base de datos en la que se vuelca el contenido de los cuestionarios- e interactivo, porque permitirá relacionar más de una consulta, acotar la pregunta por puntos, zonas, etc.
 
Una de las características principales del ALPI es, como se ha explicado, la utilización de un alfabeto fonético especial, el Alfabeto Fonético de la Revista de Filología Española, ideado por Tomás Navarro Tomás, quien instruyó a los colaboradores del atlas para que adquiriesen destreza en su uso, de modo que las transcripciones de los cuestionarios son escrupulosamente estrechas hasta un punto que hoy resulta difícil de concebir. Al pensar en el volcado de esos cuestionarios a una base de datos que permitiese la consulta, el equipo se planteó la dificultad de recoger informáticamente estas transcripciones y de aprovecharlas para su consulta por parte de un público amplio. Hacerlo resultaba casi imposible; no hacerlo suponía traicionar la concepción científica de Navarro Tomás y sus colaboradores. Por otra parte, no cabía duda de que, aunque el Alfabeto Fonético de la Revista de Filología Española haya sido el tradicional en los atlas hispánicos, elegir el Alfabeto Fonético Internacional ampliaba considerablemente las posibilidades de difusión de los trabajos. La solución al dilema llegó de la informática, que permitía adoptar un planteamiento de compromiso: volcar las transcripciones originales al Alfabeto Fonético Internacional, conscientes de los riesgos que el proceso suponía, conservando la posibilidad de que el especialista que lo desee pueda llegar hasta la imagen de la transcripción original reproducida con calidad a partir de los cuestionarios.
 
Para empezar el trabajo era necesario disponer de todos los cuestionarios del ALPI y, para abordar el proceso señalado en el párrafo anterior, de imágenes digitalizadas con calidad de las páginas de todos los cuestionarios. Como es sabido, los cuestionarios estaban distribuidos en tres bloques, correspondientes a los tres investigadores del equipo del ALPI histórico que cuidaron de la elaboración y el cartografiado del primer y único volumen publicado (1962): Aníbal Otero, Lorenzo Rodríguez-Castellano y Manuel Sanchis Guarner. El Instituto da Lingua Galega (ILG), depositario de los materiales gallegos y portugueses, tenía digitalizados esos cuestionarios y se ofreció generosamente a digitalizar los materiales custodiados por la familia Rodríguez-Castellano. Quedaba pendiente el bloque oriental, que se encontraba en Elche, en la Biblioteca Municipal, donde se conservan los fondos de Sanchis Guarner. El CSIC consideró que no era necesario reclamar los cuestionarios originales si cabía la posibilidad de digitalizarlos, como de hecho se hizo. La desaparición de unos cuestionarios del legado de Sanchis Guarner ha sido la única gran dificultad para contar con imágenes casi iguales a las originales y más fáciles de editar, lo que nos ha obligado a digitalizar, en esos pocos casos, las fotocopias que en su día consiguió D. Heap. Por su parte, la familia Rodríguez-Castellano cedió mediante convenio a la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del CSIC los cuestionarios que custodiaba con otros interesantes materiales de Lorenzo Rodríguez-Castellano.